Por defecto, los padres deberían estar de nuestro lado porque son… padres… por lo que es bueno cuando esto sucede. Sin embargo, la mayoría de los problemas psicológicos en los adultos se asocia a la relación con los padres. Es raro que una consulta psicológica se lleve a cabo sin mencionar o incluso enfocarse en la relación con mamá y/o papá. ¿Por qué sucede esto?
Lo que sucede es que los padres son quienes suelen querer ir más allá de lo apropiado y violar los límites de sus hijos, primero en su niñez y luego en su adultez. Muchas veces esto se da en comentarios como “Estarás mejor sin eso” o “¡Solo quiero verte bien!”, lo cual no mejora ninguna situación. Por el contrario, puede hacerte sentir perdido: todo parece ser dicho por mi propio bien, pero por alguna razón me siento horrible…
Veamos cuáles son los tipos de padres manipuladores más habituales.
Controlador.
Helena se asegura estrictamente de que su hija Sabine no llegue a casa pasadas las 10 PM. Más tarde que ese horario no es seguro, porque hay mucha gente extraña en la calle. Pero Sabine tiene 27 años y ya no vive con su madre. Aún sí cada noche tiene que llamar a su madre, porque si no Helena no puede dormirse… Helena controla detalladamente la nutrición de Sabine, le exige que le informe qué come para el desayuno, el almuerzo y la cena. “Debes comer ligero”, e dice Helena (una ex bailarina) a Sabine. “Es suficiente con beber un vaso de leche en la cena. Si no, no pasarás por la puerta”. Cuando Sabine empezó a salir con Leo, su madre estaba muy preocupada: quería saber dónde trabajaba, dónde vivía, quiénes eran sus padres, etc. Sabine no quería involucrar a su madre en su vida personal, y no le respondió muchas de sus preguntas. Una vez, cuando Sabine invitó a Helena a su casa, inesperadamente encontró a su madre revisando sus botiquines: “¡No me digas nada! Debo saber qué usas como método anticonceptivo, ¡por si acaso!”.
Claro que Helena es un caso extremo. Pero es importante recordar que cualquier intento de controlar a un adulto, es una violación a sus límites. Las personas controladoras sobrepasan los límites todo el tiempo y ni siquiera se dan cuenta de que lo hacen. Pueden demandarte saber qué sucede en tu vida, intentar controlar tus redes sociales interferir en tus relaciones con otros (Helena llamó a Leo para preguntarle si sus intenciones con su hija eran serias), usar ultimátum (“¡Elige: o Leo o yo!”)
Estas son las frases que pueden manifestarse como red flags:
– No debes/deberías hacer eso;
– Debes contármelo;
– ¿Por qué no me lo muestras si no tienes nada que ocultar?
– Tengo derecho a saber;
– Soy tu madre/padre, ¡debes escucharme!
– ¡Estás sobreactuando! ¿Qué hice?
– No bebas alcohol en la fiesta de tu empresa, ¡te hace mal!
– Debes alimentarte correctamente, ir a ver a este doctor, y comunicarte con estas personas, pero no con aquellas;
– Ya llamé y saqué un turno para ti. ¿Qué importa que no me lo hayas pedido?
Los hijos adultos de los padres controladores pueden experimentar los siguientes sentimientos:
– Miedo. Porque la figura parental está “inflada” y agrandada.
– Enojo. Porque su intervención constante en tu vida te enoja. Al mismo tiempo, es imposible darle rienda suelta a estos sentimientos, ya que “es mi madre”. Y el enojo se transforma en otra cosa: irritación o resentimiento.
– Culpa. Porque eso es lo que induce continuamente la persona controladora. Y la culpa se vuelve crónica.
¿Qué buscan los controladores? Poder ilimitado, que se basa en el orgullo colosal y la indispensabilidad (“¡Solo yo sé cómo debes vivir!”). Los controladores están ansiosos y necesitan garantizar su seguridad a toda costa. Y esto solo es posible si los hilos de todos los eventos están en sus manos. La mayoría de las veces, los controladores creen sinceramente que hacen todo por el bien de sus hijos. Pero en realidad tratan de proteger su propia seguridad. Sin embargo, si les dices eso (o simplemente lo sugieres) te enfrentarás a su ira. ¡No digas que no te avisamos!
¿Cómo defender tus límites de los controladores?
Frena cualquier intento. Este es el algoritmo.
1. Le adviertes al controlador que no deberían realizar esa acción específica que viola tus límites.
2. Si vuelven a hacerlo, recuérdales lo que dijiste y hazles saber qué sucederá si no se detienen.
3. Si continúan haciéndolo, implementa las consecuencias pertinentes.
Imagina que sucede lo siguiente: tu madre te llama nuevamente y comienza a interrogarte sobre un tema que no tienes ganas de hablar. Por ejemplo, tu alimentación. Cuando comience a ser repetitiva, puedes frenarla y decirle: “Mamá, no tengo ganas de volver a hablar de este tema. No me gusta. Por favor no vuelvas a preguntarme qué como, y en qué cantidades”.
Si trata de hacerlo de nuevo, lo repites con calma y agregas “Definitivamente no quiero hablar de eso. Y si no te detienes, entonces tendremos que terminar nuestra conversación”.
Y si no se detiene, le dices (¡con calma!) “Mamá, no puedes escuchar lo que te estoy diciendo. ☹ Hablemos en otro momento. Debo irme”. Y cortas la llamada.
Esta es una forma efectiva de implementar consecuencias.
Debes actuar de forma consistente e implacable. Asegúrate de informarle a la persona controladora cómo esperas interactuar: (“Te llamaré los lunes y los domingos”) e implementa la estrategia escogida.
No grites, intenta hablar lo más calmadamente posible. No debes agrandar el conflicto. Solo debes ofrecer la información que quieras discutir. No le permitas tomar decisiones sobre lo que no está en su zona de control.
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