¿Cuándo es apropiado interferir para “salvar” a alguien?

Cómo nos gusta salvar a las personas de todo: de los errores (desde nuestro punto de vista), de las decisiones erróneas, de la ropa “inapropiada”, amigos “equivocados”, etc.

En algún lugar de nuestro cerebro pensamos: “¡Yo sé cómo hacer las cosas bien!”, o “¡Yo puedo decirle cómo mejorar las cosas!” Esto siempre es, al menos, controversial y, en el peor de los casos, inapropiado. Este es un buen ejemplo. 

Virginia decidió renunciar a su trabajo después de 12 años. Los últimos tres años tuvo que forzarse para ir a trabajar. No fue una decisión simple. Estuvo pensando y evaluando cuáles eran los pros y las contras durante meses. Cuando escribió su carta de renuncia, todos la advirtieron del gran error que estaba cometiendo. Un colega al que Virginia conocía poco le dijo: “¡No entiendes! Estoy intentando salvarte de un gran error. ¡No puedes renunciar! Perderás muchos beneficios – un trabajo seguro en el gobierno, una pensión, y ¡estabilidad! ¿Perdiste la cabeza?” Era el ejemplo clásico de una persona metiéndose en los asuntos de otra – con las mejores intenciones.

Pero hay situaciones en las que debes intentar salvar al otro. Aunque no hay muchas de estas situaciones – se relacionan con la vida y la salud.  

Una persona deprimida, por ejemplo. No está bien, sufre, tiene pensamiento suicidas. En esos casos, es necesario brindar ayuda. pero debes hacerlo de una forma apropiada (si te interesa este tema, puedes leer acerca de esto en la app de Mindspa). Una persona deprimida no puede cuidar de sí misma.  

Este es otro ejemplo. Alguien que amas tiene una enfermedad oncológica, pero se niega a recibir tratamiento. Uno podría decir que está en todo su derecho, que es una elección consciente – ¿pero lo es? Muchas veces, las personas toman estas decisiones por miedo o ansiedad. O, a veces, tienen creencias erróneas – y hacer nada, en este caso, es peligroso. 


El peligro físico es otra de las situaciones más obvias. Pero debe ser un peligro real (una persona ahogándose, que pueda caerse, etc.), y no uno hipotético, donde solo a ti te parezca que hay un riesgo.

Una madre ha intentado salvar a su hijo de las motos. En su mente, eso era literalmente una sentencia de muerte. Hasta amenazó con desheredarlo si no dejaba de conducir su moto. Pero el hijo no podía ser “salvado”. Aunque ella se las arregló para arruinar la relación con él.

Otro caso especial es cuando una persona está en circunstancias objetivamente peligrosas, y no se da cuenta o ignora el peligro. Pero hay advertencias en estas situaciones.

Lillian vio que su amiga Kathy tenía moretones en su cuerpo. Ella sabía que el marido de Kathy le pegaba regularmente: tenía cada vez más moretones. Kathy siempre le decía que él no volvería a hacerlo, que había cambiado. Lillian no podía lograr que Kathy dejara a su marido abusivo contra su propia voluntad. Por eso decidió darle números de teléfono de centros de contención y atención, y dijo que Kathy podía acudir a ella cuando quisiera, en cualquier momento y ella, Lillian, la apoyaría y la escucharía. Aunque, claro, seguía siendo la elección de Kathy.

Si quieres salvar a otra persona, pregúntate lo siguiente: ¿de qué la estás salvando? Si la respuesta no es certera y no hay riesgo de vida o salud para la otra persona, deberías repensar si tienes que intervenir para no violar sus límites. Pero si están en un peligro real, deberías intervenir.


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