Una relación sana contigo mismo es la base de una vida buena, satisfactoria y feliz. Así es como se ve:
1. Confías en ti mismo.
Confías en tus sentimientos, tu percepción y tus valores.
2. Te comprendes.
Puedes identificar exactamente qué sientes, puedes explicar los motivos de tus acciones y elecciones, conoces tus necesidades y deseos.
3. Inviertes en ti mismo.
En tu desarrollo, en tu salud, en tu placer, y en tu comodidad.
4. Te brindas autocríticas adecuadas.
Sabes que cuando vas en contra de tu idea de “bien”, reconoces tus fallas y errores. Al mismo tiempo, no solo te criticas a ti mismo, sino que reconoces tus errores, enfrentas las consecuencias y aprendes tus lecciones para el futuro.
5. Puedes brindarte apoyo a ti mismo.
Sabes qué puede ayudarte, y lo haces.
También te sientes libre de pedir apoyo a los demás, no lo ves como un signo de debilidad.
6. Te haces feliz a ti mismo.
Encuentras el tiempo y los recursos para hacer algo placentero para ti.
7. Tienes autoestima.
Conoces tus fortalezas, estás orgulloso de ellas, y las utilizas a tu favor.
Conoces tus debilidades, las tratas con cariño y trabajas en ellas si eso te ayuda a mejorar tu vida.
8. Respetas tus límites.
Tienes una comprensión clara de lo que es un comportamiento aceptable hacia ti y qué no lo es. Sabes cómo transmitir este mensaje a los demás y tomas decisiones a tu favor si no lo entienden.
9. Eres responsable por ti mismo.
Eres responsable de tu condición, tu comodidad, tu calidad de vida, tu felicidad y tu bienestar.
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