La habilidad de defender tus límites es necesaria para muchas situaciones en la vida. Si no tienes límites, será imposible que construyas relaciones, una carrera adecuadas, y que alcances tus objetivos. Además, una persona que no sabe dónde termina, y dónde comienzan los del otro, puede violar los límites de los demás.
Esto es importante: cuando una persona se da cuenta de sus límites (esto suele suceder en terapia), puede parecer que tiene la guardia alta constantemente alta, dándole instrucciones a los demás. Esto es normal en esta etapa. Pero debes aprender a establecer tus límites para no arruinar tus relaciones, siempre que sea posible.
Intentemos descubrir cómo defender tus límites en diferentes situaciones.
Muchas veces los límites son violados por personas cercanas, y los conflictos con las madres son el ejemplo perfecto.
Madre: “¡Yo sé mejor que nadie lo que es mejor para ti!”
Tú: “yo sé que estás intentando cuidarme, pero esta forma de cuidado no me sirve”. “Ya soy un adulto, y puedo decidir por mí mismo”.
Este tipo de respuestas son una forma de frenar la situación: establecer un freno, y demostrarle al otro que no hay necesidad de ir hacia ese lugar.
Madre: “Tienes que vestirte de una forma más femenina”.
Tú: “Mamá, a mí me gusta el estilo de mi ropa, y no voy a cambiarlo”.
Tu mama continúa revolviendo las cosas de tu ropero.
Tu reacción luego de haberle pedido dos veces que no lo haga: “Te pido una vez más que no toques mi ropa, sino tendré que cerrar mi habitación con llave”.
Es importante no solo decirlo, sino también imponer una advertencia, porque si no nada de lo anterior tendrá sentido.
Tu madre te llama por la tarde y comienza a darte su discurso “favorito” acerca del hecho de que no estás casado, y que ella quiere nietos.
Reacción – le adviertes dos veces a tu madre, y a la tercera vez le dices: “Lamento mucho que no me oigas, y que sigas hablando sobre algo que me incomoda. Hablemos en otro momento. Buenas noches”.
Y cuelga.
Hazlo cada vez que surja el mismo tema. Cortar la comunicación hará que se entienda tu punto, y tu madre recibirá el mensaje.
Padre: “¡Mi hija no haría eso!”
Tú: “Papá, siento mucho no poder cumplir tus expectativas, pero esta es mi decisión”.
Lo mismo aplica para amigos y colegas.
Un colega: “Corazón, tráeme un café, ¿sí? De todas maneras ibas a buscarte uno para ti”.
Tú: “Por favor no te dirijas hacia mí de esa forma. Mi nombre es Julia. “
Es importante remarcar inmediatamente qué es lo que no te agrada del trato del otro.
Un colega: “El labial rojo no te sienta bien, sabes”.
Tú: “Es mi decisión, y yo decido qué utilizar sobre mi rostro. A mí me gusta. Te sugiero que no opines sobre mi apariencia”.
Una amiga: “Tabitha, esa falda no te queda bien”.
Tú: “Gracias por tu opinión, pero no la pedí”.
Cuando se trate de tu pareja es importante decirle qué es lo que no te agrada antes de acumular una gran masa de insatisfacción.
Marido: “¡Estás actuando como una idiota!”
Tú: “No puedes hablarme así. Si no te agrada algo, dímelo con otras palabras”.
Esposa: “¿Dónde vas?”
Tú: “No me gusta que me preguntes a dónde voy, y cuándo vuelvo como si me controlaras y no confiaras en mí. No me gusta. Quisiera que dejes de hacerlo. ¿Qué puedo hacer para que dejes de hacerlo?”
Hay frases que puedes usar como escudo. Puedes usarlas para separar las palabras del manipulador de las tuyas, como si estuvieras golpeando una pelota que viene hacia ti. “Valoro nuestra relación y quiero invertir en ella. Pero cada uno tiene sus propias necesidades y deseos, así como el derecho de satisfacerlos”.
“No acepto acusaciones por tu propia inestabilidad. No creo que esto sea mi culpa”.
“Lamento si esperabas otra cosa”.
Lo más importante es mantener los límites y defenderlos. Y tú tienes el derecho de decir lo que te incomoda. Si no te concibes como una persona individual con sus propios deseos y necesidades, cualquier frase que digas sonará poco convincente.
¡Lo principal es empezar. Todo saldrá bien!
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