¿Cómo dejar de controlar y empezar a vivir?

Eleanor vino a ver a un psicólogo – estaba completamente agotada. “¡No puedo soportar más esto! Todo depende de mí. Tengo que asegurarme de que mi marido se tome las pastillas – “¡No puedo soportar más esto! Todo depende de mí. Tengo que asegurarme de que mi marido se tome las pastillas, se las ha recetado el médico. Si no se lo recuerdo, seguro que se le olvida. Además, tengo que ayudar a nuestro hijo a hacer los deberes y asegurarme de que hace la maleta para mañana. Si no, se dejará algo en casa y tendré que ir al colegio a llevárselo. ¿Qué edad tiene mi marido? 42, ¿por qué lo pregunta? Mi hijo está en 7º curso, ¿qué importa? De todos modos, también soy miembro de la PTA. A menos que llame a todos, nadie donará dinero para la recaudación de fondos. Hay que llevar a la hija menor a todas sus actividades extraescolares. Tengo que pedir unas plantillas a un ortopedista y concertar una cita con un dentista para ella. También me han llegado los resultados de las pruebas, pero no me fío de la opinión del médico, que es demasiado joven. Tengo que llamar a una amiga por la noche, que también es médico. Ella puede confirmar sus recomendaciones… Tengo que preparar un desayuno saludable y preparar la ropa para todos por la mañana. ¡Sí, y para mi marido! Lo sé, se pondrá una camiseta con una mancha y ni siquiera se dará cuenta. Mi marido ha querido facilitarme la vida y ha contratado un servicio de limpieza. Ahora tengo que ocuparme de ellos: siempre dejan polvo aquí y allá… Estoy cansada, ¡no me queda energía! ¿Qué debo hacer?”

¿Sientes algo parecido a Eleanor? Si la respuesta es afirmativa, probablemente te reconozcas en ella. Si no es así – probablemente te preguntes cómo una persona puede poner tanto sobre sus hombros y no desmoronarse bajo ese peso.

El control total de tu vida y de la de tus seres queridos y el deseo de controlarlo todo provienen del miedo al cambio, de la elevada ansiedad y de la duda sobre uno mismo. El comportamiento controlador siempre está alimentado por el miedo – “si dejo de hacerlo, todo se volverá un caos, se desmoronará y acabará en un desastre…”.

El control excesivo está justificado desde el punto de vista evolutivo. Si nuestros lejanos antepasados no estuvieran constantemente al acecho, sus posibilidades de supervivencia serían casi nulas. Pero en el siglo XXI, todo es completamente diferente. No necesitamos sobrevivir. Vivimos muy cómodamente y no tenemos el riesgo cada minuto de morir por los dientes de una bestia sedienta de sangre o de convertirnos en víctimas de una tribu vecina.

¿Veamos si el control excesivo es tu problema?

Responde a estas preguntas:

○ ¿Eres la única persona que sabe cuál es la mejor manera de proceder en una situación determinada?

○ ¿Intentas gestionar algún proceso?

○ ¿Intentas controlar las acciones de los demás?

○ ¿Planificas todo y te sientes muy molesto/a si tus planes se ven interrumpidos?

○ ¿Crees que tienes razón y que los demás están equivocados?

○ ¿Utilizas la crítica, los comentarios y las sugerencias como única forma de expresar tus opiniones sobre otras personas y sus acciones?

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○ ¿Intentas “corregir” todo lo que se hizo antes de ti?

○ ¿Sientes que necesitas obtener información detallada sobre quién hará qué, a qué hora y cómo?

○ ¿Te incomoda la espontaneidad?

○ ¿Te atascas en detalles menores?

○ ¿Estás seguro de que los demás meterán la pata (si quieres hacerlo bien, hazlo tú mismo)?

○ ¿Estás convencido/a de que si no lo hubieras controlado todo, las cosas estarían en un estado mucho peor?

Si has respondido “sí” más de cuatro veces – eres un “controlador”, lo sentimos. Lo sentimos porque el objetivo de un controlador es poco realista – es imposible controlar todo.

Si te das cuenta de que el control excesivo es tu problema, debes hacer algo al respecto. Estas son nuestras recomendaciones:

1. Reconoce que tienes este problema y que te impide tener una vida pacífica y armoniosa. El camino hacia la solución empieza por reconocer el problema.

2. Empieza a delegar. Sí, es difícil. Sí, te preocupa. Pero es necesario. ¿Qué puedes delegar en tu pareja? ¿A tu hijo o hija? ¿A tus colegas? ¿A tu madre? Si crees que es imposible, responde a estas preguntas:

   a. ¿Qué ocurrirá si delegas algunas de tus responsabilidades?

 b. ¿Es cierto que se producirá una catástrofe? ¿Una catástrofe        irremediable?

3. Introduce una pausa (una señal de stop) entre el estímulo y la reacción. Durante esta pausa pregúntate si es lo que debes hacer o hay otras opciones.

Por ejemplo, observas que tu hija no pasa la aspiradora tan a fondo ni en el mismo orden que tú. Tu reacción habitual es coger el aspirador y empezar a rehacer el trabajo. Detente y pregúntate: ¿es esto lo que debes hacer o hay otras opciones? (pausa)

Tal vez, puedas elegir un curso de acción diferente ya que sabes que tu primera reacción fue impulsada por el deseo de controlar, lo cual no te trae paz y, al mismo tiempo, estropea tu relación con los demás.

4. Elabora una lista de las cosas que realmente puedes controlar y que son definitivamente asunto tuyo. No olvides que los pensamientos, los sentimientos, las emociones, las acciones, el tiempo, las circunstancias de otra persona no están bajo tu control, y algunas situaciones simplemente no tienen nada que ver contigo.

5. Aprende a “seguir la corriente”. Hay una buena frase –  “No empujes el río, fluirá solo”. Déjate llevar por la situación y verás lo que sale de ella. Este es un gran ejercicio para hacer tu vida más feliz y armoniosa.


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