Para muchas personas, disculparse no es fácil. La mayoría de las veces esto sucede porque lo asocian con una debilidad, y les parece doloroso y humillante. Si compartes esta perspectiva, debes investigar de dónde viene. Lo más probable es que venga de tu niñez, cuando se te forzaba a decir “Lo siento”, sin que tú entiendas qué era lo que habías hecho mal.
De hecho, pedir disculpas es absolutamente normal y apropiado cuando entendemos que hemos cometido un error y hemos lastimado a alguien. Pero tienes que hacerlo de la forma correcta.
Estos son algunos ejemplos de cómo no debes disculparte:
“Vamos, ¿por qué estás enojado? ¡No pasó nada!”.
“¡Estás exagerando!”.
“¡No quería herirte!”.
“Sí, soy un idiota – ¿qué harás al respecto?”.
“¡Sabes que estoy bromeando!”, “¡Era un chiste!”.
“Sí, fue desafortunado”.
“¿Cuál es el problema?”.
“Bueno, tú te lo buscaste…”.
Si quieres que tus palabras suenen como una disculpa, debes usar la fórmula que tiene los siguientes componentes:
1. Reconocer tu error
2. Reconocer los sentimientos que han ofendido al otro
3. Reconocer el daño hecho
4. Ofrecer formas para compensar el daño
Debes comenzar por reconocer tu responsabilidad por el error. Tu contraparte necesita saber que comprendes que has hecho algo mal y que no lo niegas.
Luego debes reconocer los sentimientos del otro, sin negar o devaluarlos. ¿Cómo negar y devaluar esos sentimientos? Lee los ejemplos de abajo.
Al final de tu disculpa, debes reconocer el daño causado y ofrecer una compensación. Esto demuestra que te preocupas por la relación y que estás listo para compensar tu error.
“Lamento mucho haberme olvidado de nuestra salida nocturna. Entiendo que debes haberte sentido horrible esperándome en el cine. Debes estar enojado conmigo. Por favor perdóname. Déjame invitarte a cenar y comprar entradas para la próxima película. ¿Te parece?”
“No debí haberte hablado de esta manera, más aún frente a otras personas. Me equivoqué. Te hice sentir incómodo. Lo siento mucho. Por favor perdóname. ¿Qué puedo hacer para compensarte?”.
“No tenía derecho a comentar sobre tu vida personal y tus elecciones. Fue mi error. Eres un adulto y tú decides qué es lo mejor para ti. Probablemente te lastimé mucho cuando dije que no deberías seguir viéndolo… Por favor, perdóname. Déjame invitarte a hacer algo uno de estos días”.
Una madre le dice a su hija adolescente: “No debí haber ordenado tu armario y tu tocador. Me has pedido que no toque tus cosas. Tienes derecho a estar enojado conmigo. Lo siento, no lo volveré a hacer. ¿Qué puedo hacer para que te sientas mejor?”.
Cuando aprendemos a comunicarnos correctamente, nuestras vidas se vuelven más fáciles y felices. Y ese es un objetivo que vale la pena, ¿cierto?
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